31 de agosto de 2009

Terminar un cuento es saber callar a tiempo...


4th floor. GC Sanadi-flickr
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Aunque hay tantas definiciones del cuento como personas se han lanzado a dar su propia opinión sobre el asunto, casi siempre parece que un cuento se define mejor por aquello que no es, como sugiere Guillermo Samperio en «Después apareció una nave», su excelente y altamente recomendable manual para nuevos cuentistas. Sin embargo, hay una característica esencial en todos los cuentos que justifican su razón de ser y cuya presencia es condición sine qua non para el mismo: el conflicto. Sin un conflicto, ese desarrollo de una anécdota o peripecia que es el cuento -en palabras de Mario Benedetti-, no podría adquirir carta de ciudadanía. En algunos casos es explícito, en otros apenas sugerido, y en otros más casi un hálito de incomodidad que sobrevuela las páginas del cuento. Y aunque a simple vista parezca una verdad de Perogrullo, nada más lejano a la realidad, pues ahí precisamente es donde naufragan las mejores intensiones y las más ricas de las prosas. De nada sirve escribir condenadamente bien si no sabemos elegir un conflicto para resolver. Ese conflicto, es decir, esa oposición de fuerzas que coloca al personaje en una situación que exige definirse llega a su punto culminante en el nudo o núcleo de la historia. Y este es ubicable porque es el punto a partir del cual nada de lo que se cuente modifica la misma: todo lo que se narra después aporta las últimas costuras, las explicaciones postreras, los detalles que alumbran mejor lo ya dicho. Y eso es, precisamente, el desenlace.
De manera pues que el conflicto es el elemento que aglutina y da coherencia a los demás elementos de la construcción narrativa, a saber: la trama, la acción y el personaje. Desde el principio de la narración todo parece disponerse para llegar allí, sin obstáculos y sin desfallecimientos. La trama avanza gracias a la acción y ésta empuja al personaje hacia ese conflicto, esa situación crítica que requiere que este encuentre una resolución, aunque a veces ni siquiera esté en sus manos, sino en las fuerzas ocultas que el narrador coloca frente a nuestros ojos. Esta situación crítica obliga al personaje, a través de un desarrollo -que puede ser paulatino o repentino- a modificar su conducta o su esencia: El hombre noble al que un infortunio convierte en rencoroso o amargado; la revelación sorpresiva de un secreto familiar que enfrenta a dos hermanos; el alcanzar un deseo que se revierte contra uno mismo... todas son situaciones que revelan un conflicto, ese elemento esencial de un buen cuento.
(El conflicto. Curso de escritura creativa de Jorge Eduardo Benavides)
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La tensión es una intensidad que se ejerce en la manera con que el autor nos va acercando lentamente a lo contado. Todavía estamos muy lejos de saber lo que va a ocurrir en el cuento, y sin embargo no podemos sustraernos a su atmósfera. (Julio Cortázar)
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La estructura clásica aristotélica de tres tiempos, planteamiento, desarrollo y final, aún funcionan para el cuento, pero no es necesario respetar el orden lógico de los acontecimientos. Y así, el principio puede ser el final, el clímax, un momento antes de que inicie el conflicto o cualquier punto que le sirva al escritor para despertar el interés del lector.
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Cuando hablo de conflicto me refiero a meter en apuros a los personajes, crearles un problema, ponerlos ante una decisión difícil, presenciar un cambio que cimbre su existencia.
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Tratar de encontrar un inicio genial puede paralizar el acto creativo. Si se empieza a escribir sin pensar tanto en las primeras palabras, las ideas se irán hilando una tras otra hasta que en algún momento, incluso cuando se está en otra cosa, surja esa frase única que necesita nuestro principio.
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Muchos de los nuevos cuentistas creen que para que un cuento sea efectivo debe tener un final sobrenatural. Sin embargo, ya no es fácil asombrar a los lectores y corremos el riesgo de tener finales sin impacto, cuando son adivinables, o con apariencia de haber sido sacados de la manga, cuando por sorprender evitamos dar los antecedentes necesarios; es mejor apostar por los finales naturales, que desemboquen sin estridencia, para así, irónicamente, conseguir mayor sorpresa. Los cuentos se construyen palabra a palabra hasta el punto final; desde la primera hasta la última juegan a favor de la intención del cuento, no sólo de su final.
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Terminar un cuento es saber callar a tiempo.
(Erskine Caldwell)
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8 comentarios:

marichuy dijo...

"La tensión es una intensidad que se ejerce en la manera con que el autor nos va acercando lentamente a lo contado. Todavía estamos muy lejos de saber lo que va a ocurrir en el cuento, y sin embargo no podemos sustraernos a su atmósfera. (Julio Cortázar)"

Querida Mafis

Esto requiere un curso, aún así voy tomando un poquito de estas lecciones y consejos; y te agradezco que compartas con nosotros, lo que te enseñan en tus cursos y lo que tu aprendes por tu cuenta.

Me gusta esto que dice mi adorado Julio Cortázar. Qué fácil se lee, pero que dificil resulta crear la tensión, exacta, precisa como la punta de un escalpelo.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Encantador, aleccionador, maravilloso y didáctico post. Yo sigo incrementando la carga en mi acervo para leer mejor y de vez en cuando soltar la imaginación y poder estructurar mejor. Espero haya más post de narrativa.

marichuy dijo...

Mafis

Está padrísima la nueva template; me encantaron las fotos.

Un abrazo

PaoValdivieso dijo...

pues los finales siempre pesan pero aveces osn lo mejor de toda la historia

Fernando García Pañeda dijo...

Ya lo sabía, pero me ratifico en que soy mal escribidor de cuentos.
Nadie es perfecto ;D
Besos.

Enrique dijo...

Muy interesante,tomo nota de cuanto se dice.
Un buen cuento fascina al instante, hace lo que dice que es: da la cuenta, ordena el tiempo.

Saludos

Mafalda dijo...

otra prueba

Pengobatan Anak Tradisional dijo...

me encanta tu blog, es en realidad. A menudo me gustaría visitar y escuchar toda su escritura. ya que puede añadir un montón de inspiración para mí.
http://pengobatananak.com/