23 de junio de 2009

Sobre el lector, sobre el contenido y la forma y más...


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I. Date prisa, no te muevas.
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Date prisa, no te muevas. Es la lección de la lagartija. Para todos los escritores. Cualquiera que sea la criatura superviviente que observen, verán lo mismo. Saltar, correr, congelarse. En su capacidad de destellar como un párpado, chasquear como un látigo, desvanecerse como vapor, aquí en un instante, ausente en el próximo, la vida se afirma en la tierra. Y cuando esa mente no se precipita en la huida, con el mismo fin está jugando a las estatuas. Vean al colibrí: está, no está. Igual que el pensamiento se alza y parpadea este vaho de verano; la carraspera de una garganta cósmica, la caída de una hoja. ¿Y dónde fue ese murmullo…?
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*****¿Qué podemos aprender los escritores de las lagartijas, recoger de los pájaros? En la rapidez están la verdad. Cuanto más pronto se suelte uno, cuanto más de prisa escriba, más sincero será. En la vacilación hay pensamiento. Con la demora surge el esfuerzo por un estilo; y se posterga el salto sobre la verdad, único estilo por el que vale la pena batirse a muerte o cazar tigres”.
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II. Sobre el lector.
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Desde el punto de vista del lector, el cuento es acto riguroso de leer: lectura por excelencia. No leemos un cuento con los mismos ojos que siguen una novela o mediante un tratado científico. En la novela, la lectura no es jamás demasiado atenta y es natural que así sea: nos toma desde ángulos y distancias muy diversos. Distraído por una trama en la que de algún modo interviene, el lector lee y no lee a un tiempo. Una novela puede reposar en las manos. Un cuento es operación estricta del ojo: atención al estado puro. La menor desviación pone en peligro el incidente, que es el suceso y el efecto: en rigor, toda la historia. Más que a conmovernos, el cuento tiende a asombrarnos y, si hablamos de estilo, el cuentista es un virtuoso. Su tour de forcé consiste en convertir el acontecimiento en un lenguaje.
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Sobre el contenido y forma (o la diferencia entre el qué y el cómo)
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Hay una cuestión central, respecto de la morfología, que merece una profunda reflexión: y es la relación entre el qué (contenido) y el cómo (forma). En otras palabras: ¿El cuento vale más por lo contado, o por la manera como está contado? ¿Qué es lo que fascina a mi lector: lo que conté o el modo como lo hice?
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*****Dice el cuentista mexicano Guillermo Samperio, en el volumen colectivo El cuento está en no creérselo: “Quien se dedica a la escritura del cuento debe conocer todas las formas que el cuento ha cobrado en su historia, o hasta donde le sea posible conocerlas. Esta recomendación tiene la finalidad de que el cuentista esté al tanto del poder formal del cuento y sepa, al mismo tiempo, de las dimensiones del monstruo, de sus puntos débiles, de su corruptibilidad. Con este esfuerzo, el cuentista potenciará también de manera incalculable su oficio”.
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*****En cuanto al contenido y la forma, es evidente que uno debe cuidarse de no sobrecargar ni lo uno ni lo otro. Es sabido que el exceso contenidista suele ser descuidador de las formas, y ha dado lugar a una gigantesca literatura ideologísta, panfletaria, llena de buenas intenciones pero por completo desprovista de calidad literaria. De hecho, las ideologías y la moral son –deberían ser- perfectas extranjeras en la patria de la literatura. Como bien ha dicho Samperio. “La libertad creadora sólo encuentra límite en los dogmas del escritor; por ello hay que combatir cualquier moral mientras las palabras avancen en la hoja en blanco”.
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*****Claro que también ha ocurrido lo opuesto: el exceso de formalismos vacíos. Valery dice que no existe sentido de un texto, ni hay autoridad del autor. Sea lo que fuere lo que el autor quiso decir, se dijo lo que está escrito. Con esto, claro, no estaría de acuerdo un análisis estructuralista o semiótico, ni tampoco acordaría con eso un psicoanalista lacaniano, pero nos impone tener en cuenta que trabajamos con partículas sumamente peligrosas, letales: las palabras.
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Aspectos formales de la narración de un cuento literario:
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  1. El valor de los adjetivos.
  2. El sentido del todo.
  3. El ejercicio de la síntesis y de la economía textual cuentística. Concisión, precisión, brevedad, densidad. Lo abstruso y lo críptico.
  4. Las diferencias y las convergencias entre anécdota, historia, trama, tema y argumento.
  5. La inutilidad de las tesis (buenas intenciones, enseñanzas de vida, lecciones, moralejas)
  6. La preceptiva sobre los tres momentos del cuento: gancho, nudo y desenlace.
  7. La toría del final (que no es lo mismo que desenlace). La revelación, la develación y el estallido. El valor de lo ineperado, lo insospechado. El efecto a lograr, los múltiples efectos y el mal efecto que significan los golpes bajos al lector.
  8. La valoración de los indicios y su necesariedad.
  9. La imperiosa necesidad de mostrar, de pintar con trazos finos. El valor de lo que Vladimir Nabokov llama "los preciosos detalles"
  10. Valoración del sentido del humor, el entretenimiento y la diversión; el remanzo y la cordialidad; el momento amable que es la lectura de un cuento.
  11. La cuestión del estilo y la tersura de la prosa que hace llevadero el texto. Remito al letor interesado al libro Ejercicios de estilo de Raymond Queneau.
  12. La importancia de la seducción en el cuento, y el proceso de organización y dosificación de la sedución.
  13. El mecanismo de sorpresa que todo cuento debe contener. El avance del suspenso y el apresamiento del interés del lector.
  14. El delineamiento de los personajes, que deben ser sólo los indispensables, y deben ser creíbles y vivos por más fantástica e imaginativa que sea la historia que se cuenta.
  15. El valor de la escenigrafía, el sentido del espacio en el cuento
  16. El ritmo interno de todo cuento, el valor de la secuencialidad y el fraseo al servicio de la lógica interna que todo relato exige y contiene.
  17. La concepción del tiempo en el cuento. Movimiento, velocidad narrativa, pausa y remanso
  18. La sugerencia y la retórica como problemas a resolver. El valor del sobreentendido textual y cómo lograrlo.
  19. La concepción de lo "normal" y lo "anormal" en literatura. La lógica interna de todo relato.
  20. El tono de un cuento.
  21. La cuestión de la atmósfera. El clima y el tempo cuentísticos.
  22. El alma de los cuentos.
  23. El universo creado en cada cuento, y la creación de universos literarios.
  24. Las referencias cultas: valor y disvalor de la erudición y el conocimiento puntual, jergal o gremial.
  25. Pudor y vulgaridad. Audacia y pacatería. Censura y autocensura cuentística.
  26. La importancia de la acción narrada como sustitutiva de la reflexión autoral. Límites y permisos de la reflexión.
  27. La cuestión de la poética cuentística.
  28. El problema de la autocrítica: autolectura, autocorrección, cepillado y pulido del texto.
  29. La inspiración, la catarsis, la mera voluntad y los fatales enamoramientos autorales.
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I. Ray Bradbury (incluido en la recompilación Zen en el arte de escribir, Barcelona, Minotauro, 1995
II. Mempo Giardinelli, "estructura y morfología del cuento", en Así se escribe un cuento, Buenos Aires, Beas, 1992, pp 37-58

7 comentarios:

El cola E´Flecha dijo...

Esto es demasiado complejo para mi mentecita... Por eso yo solo veo los monitos del periodico.

marichuy dijo...

Mafis

Me llamó especialmente la atención cuando Sampeiro habla sobre qué es más importante, si lo contado o la forma de contarlo. Es curioso, me ha sucedido a veces, que las historias contadas son bien sencillas, casi simples y sin embargo, están tan bien cotadas, que uno pasa por alto la debilidad del contenido.

Necesito un curso, je

Un abrazo

Anónimo dijo...

Al contrario de abraxas, para mí son los puntos elementales a solicitar en un texto y me da mucho gusto que encuentre coincidencias de ese tipo en las necesidades de un texto. Aunque no por eso, vamos de dejar de disfrutar Calvin y Hobbes o la familia Burrón, que en su sencillez, también incluyen estos elementos narrativos :)
Saludis!

Enrique dijo...

Está bueno el texto, tengo que hacerlo digestión.


PS: Me tenía preocupado tu falta de comentario en mi padecimiento, sindo tema de salud.
Gracias siempre.

Saludote.

Vero Mendizabal dijo...

hoy estaba leyendo unos posts mios de hace tres años y te encontré ahi y te escribo porque cuando abrí tu blog me sentí en un lugar seguro... el mundo ha cambiado mucho, me alegra haberte encontrado

saludos,

Ver (la mamá de Matias, te acuerdas?)

Neo dijo...

Mafis


curso,¡¡¡ A chinga !!! no sabia que ya daban cursos para superar la pendejez, porque a que otro curso puedes aspirar a ir, de milagro y por obra del espiritu santo sabes moverle a la computadora, pobres animales, nunca dejan de sorprenderme.

No cabe duda, cuando uno cree haberlo visto todo en cuanto al grado de estupidez y pendejismo, siempre sale otro como caballo desbocado y gritando, quintense que ahí les voy.

Un abrazo

LUMPENPO dijo...

Tener un barquito para navegar, me ha llevado a descubrir un mar enorme de letras y de iguales en eso de escribir y leer, escribir y leer...Mi impresión sobre este texto me recuerda porqué hace años redacté como tres o cuatro cuentos -que quedaron en alguna caja de papeles y tal vez ya ni existan- oficio verdaderamente difícil en eso de atrapar al lector y dar el remate a la ilusión, mejor me dediqué a la poesía, aunque duele porque siempre se trata de uno, no hay personajes sólo son jirones de uno mismo, por eso la dejé por un buen rato. En fin, admiro a quien cuentea y tiene esa capacidad, diríamos como de Bob Esponja, atrapar medusas como lectores y después dejarlos ir con esa sensación lúdica de ser atrapado-liberado. Finalmente el texto me dejó rebotando a Mafalda por aquello del examen y dice: "y si mejor lo dejamos para otra ocasión, digo, para evitar u inútil derramamiento de ceros" porque si tengo que aprender todo esto para cuentear, repruebo. Gracias por tus lecciones y la colección de perlas narrativas. De vez en vez sube a mi barquito que hallá serás también bienvenida.