18 de agosto de 2008

LA GRACIA DE EXTRAÑAR

Extraño a la mujer que durante muchos años fui. No existía para mi la incertidumbre, ni siquiera como palabra.

Hoy la chata cumple 70 años. Iremos a comer juntas. Me encanta su mirada de niña cuando le propongo llevarla a desayunar, comer, salir a mirar garras, chanclas o cualquier cosa. Su vida se ha convertido en disfrutar los pequeños momentos. Lo malo es que su hija -yo- se ha transformado en alguien encerrada en si misma, en una solitaria egoísta.

Tengo un terror espantoso de perderla, sé que así tendrá que ser algún día.
Hay ocasiones que me acerco y la acaricio, le tomo sus manos suaves -que le heredé- le acicalo su pelo. Otros momentos, miramos juntas la tele por horas, nos acompañamos en silencio. Estoy segura que está preocupada por mi, por esa ausencia que por momentos ve asomada en mi mirada, que he intentado esconder y no manifestar. Finge que no se da cuenta, pero estoy segura que sabe de cada fracaso, cada herida, de todo el vacío.

Ayer se junto la familia -a excepción de mi hermana- para comer con la matriarca mayor. Estuvo el integrante más pequeño del clan, ¡está hermoso el condenado!
Platicamos, reímos juntos. La familia muégano en su máxima expresión.

Sigo soñando a la misma persona. Jeje...sigo deseándolo...

Yop...

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